miércoles, 29 de enero de 2014

88.Vocabulario 9




En este repaso por el repertorio de palabras comunes en el habla popular de Villanueva del Rosario hemos llegado a las que comienzan por la letra C en la que encontramos, entre otros, los nombres de tres animales: cáncana, cortapichas y curita.

Según el diccionario de la Real Academia, cáncana es el nombre de un tipo de araña, mientras que entre nosotros se utiliza para referirnos a la cucaracha o curiana. Como es un insecto muy inquieto, y cuando es descubierto se mueve continuamente de un lado para otro, el nombre cáncana ha dado lugar al curioso verbo cancanear que, referido a las personas, sirve para indicar que alguien anda continuamente de un lado para otro, y también al sustantivo cancaneo cuyo significado es el de paseo sin rumbo fijo.

El cortapichas, aunque el nombre pudiera hacer pensar en un arma fálico-letal, no es más que otro insecto también escurridizo llamado comúnmente  tijereta o cortapicos. Y al hablar de curita nos estamos refiriendo a un ave llamada collalba negra (Oenanthe leucura) conocida también como reina mora, bublanca, coliblanca de manchón.

Y es que los nombres populares dados a estos animales son producto tanto de la observación de sus características físicas como de la imaginación y el ingenio de la gente del campo que los cataloga. Hay un interesante trabajo titulado "Nombres vernáculos de la avifauna malagueña", realizado por Julia Salazar y Mnauel Romero, en el que se hace una larga lista de los nombres que se han dado en diferentes sitios de la provincia de Málaga a los pájaros, atendiendo a sus características físicas, a las costumbres o a los distintos sonidos de sus cantos: fifita, pardillo, moíno, colorín, aguililla, repéntula, palomo buchón, pichirrubio, tontonillo, ratilla, colijunco, monjita, espulgabueyes... Hay casos en los que la pronunciación sureña del nombre de algún pájaro o ave común lo ha transformado hasta dejarlo irreconocible: es lo que ha sucedido con el nombre de la cogujada, que entre nosotros ha devenido en cuá o cuaílla.

Los tiempos que corren no son buenos ni para los pájaros ni para los nombres que el pueblo les ha dado; por mor de los venenos herbicidas e insecticidas muchas especies están en peligro de desaparecer de nuestros campos; por otro lado se están generalizando las denominaciones comunes del castellano en detrimento de los nombres autóctonos de nuestra fauna. Si las cosas siguen así pronto nadie sabrá qué quieren decir nombres tan hermosos como siseñor, soldadico, solimán, juanico, señorita, santateresa, sombrerillo, sordilla, terrerilla, tintorero...

Seguimos con la letra C. Un castañeo es la reunión familiar o entre amigos, coincidiendo con el día de Todos los Santos, en la que se consumen castañas asadas con un fuego de carbón en una olla con el culo agujereado. La terminación -eo significa también 'acción de buscar': esparragueo, búsqueda de espárragos, eteo, de setas, tagardineo, de tagarninas.
El diccionario de la RAE, en la entrada de la palabra conocencia, dice de ella que es un vulgarismo; a mí me parece una hermosa palabra que aún se usa entre nosotros para referirnos al conocimiento que uno tiene de otras personas cuyas amistad nos honra: "Fulanito tiene muy buenas conocencias".

Certeniá, con el valor de certidumbre, no aparece en el diccionario aunque fue un antiguo vocablo equivalente al actual certeza.

El sufijo-aje se usa para indicar, en tono despectivo, que algo carece de calidad: cartulaje, cartas malas; pelaje, pelo con mal aspecto; pataje, andares desgarbados...

Y terminamos con una nota sobre una costumbre hoy ya desaparecida: el cencerrazo o cencerrada. El hecho de que un viudo se casase en segundas nupcias era un acontecimiento para la comunidad, que rechazaba tal decisión de forma harto escandalosa. En efecto, aunque procuraban que la ceremonia se celebrase en horas intempestivas para evitar la malsana curiosidad  de los vecinos y como por aquellos entonces no se estilaba lo del viaje de novios, un tumulto de gente armada de cencerros, cuernos y toda clase de cacharros rondaba la casa de los recién casados y los sometía durante varias noches a un concierto ensordecedor que debía de poner los pelos de punta, ya que no otra cosa, al pobre viudo. Esta vieja tradición popular que castigaba la reincidencia en el matrimonio, como si con ella se quisiera transmitir la venganza del cónyuge muerto, ha ido desapareciendo pues, entre otras cosas, ya ni siquiera hay cencerros. Lo más parecido al antiguo cencerrazo es el importado escrache con el que ahora le dan la lata a los malos políticos.

sábado, 25 de enero de 2014

87.- Antonio Moreno

Antonio Moreno Navas fue un saucedeño inquieto e interesado durante toda su vida por todo lo que tuviera que ver con Villanueva del Rosario. En su casa guardaba cuanto pudiera servir para hacer una historia de nuestro pueblo: piezas arqueológicas, carteles de toros. fotografías antiguas... Gracias a la gentileza de sus sobrinos, que me han prestado varios álbumes repletos de fotografías, podremos seguir blogueando y haciendo entregas para los fieles seguidores de esta inquieta SAUCIPEDIA.

Pero lo que me ha movido a elegir su nombre en esta entrega es porque quisiera hacer un homenaje a una persona que en su vida bien pudiera haber sido un artista de teatro o de cine. Antonio Moreno, conocido por todos como Antoñillo el Rubio, tenía dos características propias de toda la familia de los 'Estanqueros'; una es la propensión a ir perdiendo audición con la edad (uno de los estanqueros más famosos fue Cristóbal el Sordo); la otra de las características de esta familia es la de gozar de un envidiable sentido del humor, de ese humor socarrón e inteligente que Dios solo concede a los que han nacido para divertir a quienes los escuchan.

Pudo haber sido un buen actor cómico y siempre sintió la necesidad de disfrazarse, de representar a otra persona, en una palabra de hacer reír con sus ocurrencias.

Hacia 1950 formó parte de los actores que representaron en el Cine España de nuestro pueblo una obra teatral llamada Antonio, ponte el bigote que tuvo un éxito clamoroso.
He aquí dos fotos de aquel acontecimiento.

Antonio es el de la derecha en una escena de la obra.


Todos los que participaron en aquella representación. Antoñillo es el del bigote.

El fotógrafo Pepe Repiso le hizo a Antonio muchas fotos en las que aparece representado a diferentes personajes. Dejo que las vean sin más comentarios por mi parte.
Antonio era de la familia de Los Estanqueros, que de siempre han tenido fama de graciosos y ocurrentes.
Su madre contaba lo que le pasó un día cuando con el canuto soplaba para avivar la candela del humero: se tiró un peo. Y entonces, serenamente ella dijo: "Os soplas tú o soplo yo".












viernes, 17 de enero de 2014

86.- Piedras y barro

Como se ve en la fotografía aérea tomada hacia 1954, el casco antiguo de Villanueva del Rosario, antes de su expansión a partir de los años sesenta del siglo pasado, se extendía desde el puente de La Fuente Vieja hasta la fuente de la Linde, y desde la calle del Cuerno hasta el Arroyo. En total, una veintena de calles, dos plazas grandes, tres plazoletas, el espacio abierto de La Linde y poco más. Sin embargo, por aquellos años la población del pueblo era de 4.500 habitantes, si le sumamos la gente que vivía en los cortijos diseminados y en las cortijadas de Los Peláez, Venta de José María, Carboneras, Tosquilla y Casillas del Río.



Como ni se conocía el cemento ni mucho menos el asfalto, para hacer transitables las calles los distintos ayuntamientos desde principios del XIX habían empedrado las más céntricas; el resto de las vías eran un lodazal en invierno y un polviar en verano.

La primera calle de Villanueva del Rosario que tuvo un firme en condiciones fue la que todos conocemos como 'Los adoquines'. (En otro momento hablaremos como más extensión de de esta calle que durante mucho tiempo ha sido la vía principal del Saucedo.)

Los que nos criamos en el pueblo a mediados de los años cincuenta del siglo pasado (yo en el verano de 1950 tenía seis años) estábamos todo el santo día fuera de la casa, jugando, corriendo o peleándonos por las calles que, por aquellos entonces, estaban libres de coches. Aunque no se percibe bien en las fotos que de aquellos años nos han llegado, lo que sí había por todo el pueblo eran cagadas (caonás) de mulos, cagarrutas de las cabras, gallinas picoteando, mulos y burros que venían del campo cargados de taramas para hacer la olla o para vender la carga en el horno de Tedoro, muchos perros sueltos, charcos si había llovido, carámbanos si había helado, remolinos de viento con la solanera en el agosto y, por las tardes, a la caída del sol, una piara de cerdos que volvían del campo a donde los había llevado el porquero y que volvían ciegos y derechos hacia sus pocilgas y zahúrdas donde quizás les esperaba un puñado de cebada. Si las dueños de aquellos animales no llegaban a tiempo de abrirles la puerta corrían el riesgo de que con sus hocicos se la echasen abajo.

Estas eran (¿y son?) nuestras calles.


El portón grande que se ve enfrente es el del patio de la casa de Muriel.
A la derecha, la poyata donde vive la Frasquita.



Esta es la calle que baja desde la 'Plazoleta de los muertos' y que mucha gente conoce como la calle de don Manuel el practicante. Durante el franquismo fue 'calle 7 de febrero' y en la actualidad 'calle Serranes'.


Plazoleta de los muertos con una gallina blanca picoteando. Este árbol, que aún no había sido cortado, fue plantado hace casi cien años, en tiempos de Primo de Rivera.


La plaza de la iglesia (ahora 'plaza de la Constitución') vista desde la esquina de mi casa.
Al modernizarla y llenarla de poyatas, perdió, además de los árboles, el encanto que siempre tuvo.


La misma plaza vista desde abajo. En el centro, el transformador de la luz y una de las fuentes públicas.


La puerta de la izquierda es la de la iglesia; la de la derecha era la casa del 'Cerrajero',
donde ahora está la vivienda del cura, quien por cierto es mejicano y vive en el Trabuco.


La antigua calle de José Antonio, que da vistas a La Linde.


La calle de Tedoro.


La actual avenida de Juan Molina. A la derecha está el cuartel.

Pecho terrizo y embarrado que linda a la derecha con el Grupo Escolar. Arriba la casa del médico, que luego fue guardería y que ahora alberga el gimnasio municipal.


La misma calle desde arriba unos años después de la anterior foto.

Foto desde la poyata que hay frente al bar 'La clave'.


La Linde con la fuente y el pilón donde bebían las bestias.

Arreglando la parte anterior del cuartel donde ahora ¿hay? un presunto jardín.


La calle que pasa por detrás del que fue mercado municipal ya con suelo de cemento y aceras..


Los adoquines, entonces una calle empedrada, hacia 1930. La joven de la derecha es la Frasquita la Finita.


Juanico el de la Bigota delante de su bar. Al fondo la casa que era del estanquero,
donde ahora estuvo el estanco de la Lola de Higinio. Por donde va la niña está la casa donde yo nací.


La calle de don Manuel vista desde la cochera de Pepe Repiso.

domingo, 5 de enero de 2014

84.- Rama, el fotógrafo

Este MURRE nuestro de cada semana tiene bastante de revista gráfica pues en él la imagen predomina sobre el texto. Y todo esto es posible porque hubo alguien que hizo las fotografías que ahora podemos ver.

Como ya dije en otra  entrada, los años que aquí recordamos, en cuestión de fotos, no pueden compararse con los actuales pues prácticamente nadie en el pueblo tenía una cámara fotográfica. Las fotos anteriores a 1950 eran las que hacían los fotógrafos ambulantes que venían al pueblo el Día de la Virgen; son las fotos que hemos llamado 'del caballito'. También estaban las fotos de estudio que hacían los fotógrafos profesionales en Antequera o en Málaga, casi todas como recuerdo de boda. También tenemos las pocas docenas de fotografías que desde los años 20 hizo el cronista de la villa, Pepe Nateras, y a las que acudimos cada vez que podemos. A principios de los cincuenta llegó al pueblo un médico, don Vicente, uno de cuyos hijos, Alberto, se dedicó a hacer fotos de modo más o menos profesional. De él hablaremos en otra ocasión.

Quien de verdad inundó nuestras casas de fotos fue un antequerano que vio en este negocio un medio de ganarse la vida; era Antonio Rama. Desde finales de los años cincuenta hasta bien entrados los setenta, cuando Pepe Repiso se hizo fotógrafo profesional, Rama fue el encargado de retratar todo lo que de interés sucedía en el pueblo. Venía en bicicleta (recordad la antigua cuesta del Romeral) hasta que se compró una moto; a finales de su carrera como fotógrafo pudo comprarse un seiscientos. Yo lo recuerdo muy bien puesto que, cuando Antonio Rama tenía que quedarse en el pueblo, se alojaba en la fonda de Juan Molina que por entonces regentaba mi madre.

Si le dan la vuelta a las fotografías ustedes, pacientes seguidores de este blog, verán en muchas de ellas este inconfundible sello Rama.




Cada fiesta del pueblo, fuera día de la Virgen, Semana Santa, Corpus, san Marcos, san Juan en las Carboneras o con motivo de una boda, de un bautizo o de la inauguración de cualquier edificio, allí estaba Antonio Rama con su cámara en ristre dispuesto a retratar todo lo que se moviera. Otra cosa era que, una vez acabados los actos, cuando él volviera con las fotos reveladas, la gente se las comprara o no.

A su hijo Antonio, quien muchas veces lo acompañó y que siguió la tradición con un estudio en Antequera, le pregunté por la pista de los miles de negativos en los que se contenía todo lo acontecido en el pueblo durante un cuarto de siglo; desgraciadamente y a causa de la humedad de la casa donde se guardaban, se habían deteriorado tanto que quedaron irrecuperables.
Como recuerdo de este fotógrafo antequerano, he aquí cuatro fotos en las que aparece.

Antonio Rama, a la derecha, amagando con dar un puñetazo al 'Práctico'.
Con pañuelo María Josefa de Marquitos y las hermanas Eloísa y Ana de Juan Cano.
Detrás, Pepe Feodoble

Antonio y su hijo en el Puerto de las Pedrizas.



Recibiendo un premio del director de unos laboratorios fotográficos.

Esta foto se la hice yo a Rama y a Sebastián en Los Adoquines.

miércoles, 1 de enero de 2014

83.- Crónicas de un pueblo

En las fiestas patronales del año 1972 nos disfrazamos de las personajes que aparecían en la serie de Televisión Española (no había otra cadena) "Crónicas de un pueblo". Durante cuatro años (de 1971 a 1974) TVE emitió una serie que se hizo pronto muy popular, en la que se describía la vida en un pueblo de Castilla y en cuya trama estaban presentes las personas que aparecen en cualquier pueblo español: el alcalde, el cura, el cabo de la guardia civil, el maestro, la boticaria, el cartero...

Caracterizados como pudimos, la caravana de "Crónicas de un pueblo" recorrió las calles y animó la novillada que como todos los años se celebraba en la plaza del matadero.

Por más que busquéis no encontraréis a nadie haciendo de cabo de la guardia civil: no eran tiempos aquellos en los que cualquiera, sin ser del cuerpo, cometiera la osadía de ponerse un tricornio. Yo escogí el uniforme de cartero, con el traje y la gorra de músico de mi hermano Manolo, y una mochila que me prestó Repiso el cartero.


Julio Mejías y mi hermano Pepe.
Sobre el borrico, Mari Carmen la Palmera y Pura, hermana del Cele

El cartero con su bicicleta. Detrás, Manolo Minuto de cura, Luis Carbó de alcalde, José Antonio Huevos, Dionisio...


Pepe Herrero el municipal junto a Gregoria y Luisa María



Otra vez yo



Pepe Follones, Dionisio, Carbó, Minuto, Chicón.


En la plaza de toros del Matadero


A la izquierda el cura y el alcalde en la plaza de toros junto a parte de la trupe a pie o en burro, poco antes de que empiece la novillada.
La gente del tendido no disimula lo bien que se lo está pasando.